Qué es arteriola aferente
La arteriola aferente es un vaso sanguíneo específico del sistema renal que transporta la sangre hacia el glomérulo, una estructura microscópica situada en la corteza renal donde se inicia el proceso de filtración glomerular. Forma parte del nefrón, la unidad funcional básica del riñón, y desempeña un papel crucial en la regulación de la tasa de filtración glomerular (TFG), la presión arterial y la homeostasis de líquidos y electrolitos en el organismo. A diferencia de otras arteriolas del cuerpo, la arteriola aferente posee características estructurales y funcionales especializadas que le permiten ajustar el flujo sanguíneo renal a través de mecanismos locales y sistémicos, siendo determinante en el mantenimiento del equilibrio entre la presión hidrostática y la presión oncótica en el capilar glomerular para optimizar la filtración.
Anatomía de la arteriola aferente
La arteriola aferente forma parte del árbol arterial renal, que se origina en la arteria renal, rama de la aorta abdominal. Desde la arteria renal, emergen arterias segmentarias, luego las interlobares, las arcuatas, las interlobulillares y finalmente las arteriolas aferentes. Cada nefrón recibe sangre a través de una sola arteriola aferente que se ramifica en el glomérulo para formar un capilar glomerular. Tras la filtración, la sangre continúa su paso a través de la arteriola eferente.
Estructura histológica
La pared de la arteriola aferente se compone de tres capas, similares a las de otras arteriolas, pero con ciertas adaptaciones:
- Túnica íntima: Está formada por un endotelio continuo de células endoteliales apoyadas en una membrana basal. Entre las células endoteliales se encuentran uniones celulares estrechas que regulan la permeabilidad y la liberación de factores vasoactivos (óxido nítrico, prostaciclina, endotelinas) para modificar el tono vascular.
- Túnica media: Consta de varias capas de células musculares lisas dispuestas concéntricamente. Estas células son capaces de contraerse o relajarse en respuesta a estímulos locales (por ejemplo, cambios en la presión glomerular) o sistémicos (hormonas como la angiotensina II), modulando así el diámetro luminal. La proporción de músculo liso en la arteriola aferente es mayor en comparación con capilares o vénulas, lo que la convierte en un determinante principal de la resistencia vascular renal.
- Túnica adventicia: Formada por tejido conectivo laxo con fibras de colágeno y elastina. Contiene fibras nerviosas simpáticas que inervan las células de la túnica media, permitiendo la regulación neural del flujo sanguíneo. En arteriolas de mayor calibre se observan vasa vasorum, pequeños vasos que nutren la pared arteriolar.
Relación con el glomérulo
La arteriola aferente se adentra en la cápsula de Bowman y se ramifica en múltiples capilares glomerulares que forman el glomérulo. Estos capilares están rodeados por la cápsula glomerular, cuyos podocitos y mesangiales participan en el soporte estructural y en la regulación de la filtración. Al salir del glomérulo, los capilares se reúnen en la arteriola eferente, que a su vez se ramifica en la red capilar peritubular o en los vasos rectos según el tipo de nefrón (cortical o yuxtamedular). La proximidad entre la arteriola aferente y la eferente dentro de la cápsula de Bowman permite que la presión glomerular sea precisa y regulable.
Fisiología de la arteriola aferente
La función principal de la arteriola aferente es regular la tasa de filtración glomerular (TFG) mediante cambios en su diámetro, influyendo en la presión hidrostática glomerular y, por tanto, en la cantidad de filtrado sanguíneo que se forma en el túbulo proximal del nefrón. Esta regulación se lleva a cabo a través de múltiples mecanismos:
Mecanismos de autorregulación renal
El riñón mantiene una TFG relativamente constante a pesar de variaciones en la presión arterial sistémica mediante mecanismos de autorregulación. Los principales son:
- Mecanismo miogénico: Las células musculares lisas de la arteriola aferente responden a cambios en la tensión de la pared. Ante un aumento de la presión arterial, las células se estiran y responden con vasoconstricción para disminuir el flujo hacia el glomérulo. Ante una disminución de la presión, ocurre vasodilatación para aumentar el flujo y mantener la perfusión glomerular.
- Mecanismo túbulo-glomerular: Involucra al aparato yuxtaglomerular, formado por las células justaglomerulares (en la arteriola aferente), las células de la mácula densa (en el túbulo contorneado distal) y las células mesangiales extraglomerulares. Cuando la concentración de Cl- y Na+ en el fluido tubular es elevada, la mácula densa libera señales (ADENOSINA, ATP) que inducen la vasoconstricción de la arteriola aferente, reduciendo la TFG. Si la concentración es baja, se produce vasodilatación y se estimula la liberación de renina por las células justaglomerulares para activar el sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA).
Regulación hormonal y neural
La arteriola aferente se encuentra sometida a la influencia de diversos factores hormonales y nerviosos que ajustan el flujo renal:
- Angiotensina II: Generada a partir de la renina liberada por las células justaglomerulares. A niveles bajos, produce vasoconstricción moderada de la arteriola eferente, aumentando la presión hidrostática glomerular y fomentando la filtración. A niveles elevados, causa vasoconstricción también en la arteriola aferente, disminuyendo la perfusión glomerular y la TFG.
- Noradrenalina: Liberada por las fibras simpáticas que inervan la arteriola aferente, provoca vasoconstricción, reduciendo el flujo renal en situaciones de estrés, hemorragia o choque para priorizar la perfusión de órganos vitales.
- Prostaglandinas (PGI2, PGE2): Producidas por las células endoteliales y mesangiales. Inducen vasodilatación arteriolar, contrarrestando los efectos vasoconstrictores de la angiotensina II y la noradrenalina, protegiendo la perfusión glomerular.
- Óxido nítrico (NO): Liberado por el endotelio glomerular en respuesta al aumento del flujo o a estímulos locales. Produce vasodilatación de la arteriola aferente, mejorando el flujo sanguíneo y la filtración.
- Péptido natriurético auricular (ANP): Secretado por el corazón ante un aumento de la volemia. Genera vasodilatación arteriolar y aumenta la excreción de sodio y agua, reduciendo la presión arterial.
Relación con la filtración glomerular
La presión hidrostática generada por el paso de sangre a través de la arteriola aferente hacia los capilares glomerulares es uno de los principales determinantes de la TFG. El balance entre esta presión y la presión oncótica de las proteínas plasmáticas, así como la presión hidrostática en la cápsula de Bowman, determina la cantidad de ultrafiltrado que se forma. Una vasoconstricción de la arteriola aferente disminuye la presión hidrostática glomerular y reduce la TFG, mientras que una vasodilatación aumenta la TFG. Este ajuste es crucial para mantener la homeostasis de agua, electrolitos y la eliminación de productos nitrogenados.
Función de la arteriola aferente en la salud renal
En condiciones fisiológicas, la arteriola aferente asegura:
- Perfusión adecuada del glomérulo para generar la ultrafiltración esencial en la formación de la orina.
- Protección de las estructuras glomerulares frente a variaciones repentinas de la presión arterial mediante mecanismos de autorregulación.
- Equilibrio hemodinámico entre la arteriola aferente y eferente que favorece la filtración selectiva y evita daño a la barrera de filtración.
- Sensibilidad a señales neurohormonales que adaptan la oferta de sangre renal según las necesidades del organismo: volemia, presión arterial, equilibrio ácido-base y osmolaridad.
Patologías y alteraciones de la arteriola aferente
Cuando la función o estructura de la arteriola aferente se ve comprometida, se desencadenan múltiples patologías que afectan al filtrado glomerular y a la función renal. A continuación se detalla algunas de las más frecuentes:
Hipertensión arterial y nefroesclerosis
La hipertensión arterial prolongada genera un remodelado arteriolar en la arteriola aferente, caracterizado por:
- Hipertrofia de la capa media debido a la proliferación de células musculares lisas, reduciendo el diámetro luminal y aumentando la resistencia.
- Hialinosis arteriolar: Depósito de material hialino (proteínas plasmáticas) en la pared, engrosando la íntima y disminuyendo la elasticidad.
- Disfunción endotelial: Menor producción de óxido nítrico, favoreciendo la vasoconstricción crónica.
Estos cambios provocan nefroesclerosis (esclerosis glomerular focal y segmentaria) y disminución progresiva de la TFG. Clínicamente, la nefroesclerosis se manifiesta como:
- Albuminuria leve a moderada.
- Disminución progresiva de la TFG y elevación de creatinina sérica.
- Elevación persistente de la presión arterial que requiere múltiples antihipertensivos para controlarla.
Nefropatía diabética
En la diabetes mellitus, la hiperglucemia crónica daña las arteriolas aferentes y eferentes del glomérulo, provocando:
- Engrosamiento de la membrana basal glomerular y las arteriolas aferentes, alterando la ultrafiltración.
- Hipertrofia glomerular inicial (fase hiperglucémica) debido a la sobreperfusión por vasodilatación de la arteriola aferente mediada por mediadores vasoactivos (PGI2, NO).
- Incremento de la presión intraglomerular, que conduce a microalbuminuria y daño de los podocitos.
- Esclerosis mesangial y formación de glomérulos hialinos, reduciendo la superficie de filtración.
- Progresión a insuficiencia renal crónica y eventual necesidad de diálisis o trasplante renal.
El control estricto de la glucemia y la presión arterial, así como la inhibición del SRAA con IECA o ARA-II, son fundamentales para proteger las arteriolas aferentes y retardar la progresión de la nefropatía diabética.
Enfermedad renal crónica
Diversas causas de enfermedad renal crónica (ERC), como glomerulonefritis, poliquistosis renal, nefropatías hereditarias o nefropatías autoinmunes, afectan a las arteriolas aferentes mediante:
- Isquemia crónica de las nefronas remanentes, generando hipoxia y activación de la fibrosis intersticial.
- Inflamación crónica y proliferación mesangial, que aumentan la presión intraglomerular y sobrecargan las arteriolas aferentes.
- Alteración de la autorregulación glomerular, debida a pérdida de nefronas y aumento de la presión sistémica, provocando daño continuo a las arteriolas y glomérulos restantes.
La progresión de la ERC se asocia a un remodelado arteriolar con pérdida de función de filtración y aumento de la fibrosis intersticial. El manejo incluye el control de factores de riesgo, manejo de la anemia, control de la hiperfosfatemia y el uso de fármacos para retardar la progresión (IECA, ARA-II).
Glomerulonefritis
En procesos inflamatorios glomerulares, como la glomerulonefritis postinfecciosa, membranosa o púrpura de Schönlein-Henoch, las arteriolas aferentes se ven afectadas por:
- Inflamación endotelial que aumenta la permeabilidad capilar y favorece la proteinuria.
- Depósito de inmunocomplejos en la pared capilar y mesangio, que activa el complemento y las células del sistema inmune, generando daño a la barrera de filtración.
- Obstrucción capilar por células inflamatorias, reduciendo la perfusión glomerular.
El tratamiento consiste en inmunosupresión con glucocorticoides, ciclofosfamida, rituximab o plasmaféresis en casos severos, para controlar la inflamación y preservar la función arteriolar glomerular.
Vasculitis de pequeño vaso
Las vasculitis que afectan arteriolas del riñón, como la glomérulonefritis rapidamente progresiva asociada a ANCA (anticuerpos anticitoplasma de neutrófilos), provocan:
- Necrosis fibrinoide de las paredes arteriolares y glomerulares, generando semilunas mesangiales.
- Inflamación aguda con infiltrado de neutrófilos y macrófagos que destruye las células endoteliales y mesangiales.
- Oclusión vascular rápida, produciendo IRA (insuficiencia renal aguda) con oliguria, hematuria y proteinuria.
El tratamiento de estas vasculitis requiere corticoides de alta dosis, cáncer de células B (rituximab) o ciclofosfamida, y en ocasiones plasmaféresis para eliminar anticuerpos circulantes, con el fin de detener el daño arteriolar y glomerular.
Hipoperfusión renal y choque
En condiciones de choque (hipovolémico, cardiogénico, séptico), la disminución del volumen intravascular y la vasoconstricción simpática extrema producen:
- Vasoconstricción intensa de las arteriolas aferentes bajo estimulación de la noradrenalina, reduciendo la perfusión glomerular.
- Disminución de la TFG y producción de orina escasa (oliguria), indicador de daño renal agudo.
- Lesión tubular aguda isquémica por falta de oxígeno y nutrientes, que puede evolucionar a necrosis tubular aguda y requerir diálisis temporal.
El manejo de la hipoperfusión renal en choque incluye reposición de volumen, uso de vasopresores (norepinefrina), y monitorización estrecha de la función renal para prevenir daño irreversible.
Evaluación de la función de la arteriola aferente
La valoración de la arteriola aferente se realiza indirectamente mediante pruebas de función renal, estudios hemodinámicos y exploraciones de imagen:
Pruebas de laboratorio
- Creatinina sérica y TFG estimada: Aumento de creatinina y descenso del TFG sugieren disminución del filtrado glomerular, lo que puede indicar alteración arteriolar en contexto de nefropatías.
- Proteinuria y microalbuminuria: La presencia de proteína en orina refleja daño glomerular y arteriolar, especialmente en nefropatía diabética.
- Azoados (nitrógeno ureico y creatinina): Elevación de BUN/creatinina indica prerrenal (hipoperfusión) o daño intrínseco renal (nefropatía).
- Electrolitos séricos: Trastornos de sodio y potasio sugieren disfunción tubular secundaria a hipoperfusión glomerular.
- Marcadores inflamatorios: PCR-us y velocidad de sedimentación para descartar vasculitis o inflamación que afectan arteriolas.
Estudios de imagen
- Ecografía Doppler renal: Evalúa los flujos sanguíneos en arterias segmentarias y rotas, detectando resistencia vascular aumentada en arterias renales, lo que puede reflejar compromiso de arteriolas aferentes.
- Tomografía computarizada (TC) con contraste: Permite valorar la permeabilidad de arterias renales principales y detectar estenosis; alteraciones en la perfusión renal pueden evidenciar obstrucción a nivel arteriolar.
- Resonancia magnética (RM) con gadolinio: Útil para detectar estenosis de la arteria renal y valorar flujos en arteriolas aferentes. La arteriografía por RM es menos invasiva y permite visualizar la microvasculatura en detalle.
- Angiografía renal convencional: Considerada el estándar de oro para diagnóstico de estenosis de arterias renales; aunque no muestra directamente arteriolas, el hallazgo de déficit de relleno distal sugiere compromiso de la microcirculación aferente.
Biopsia renal
La biopsia renal con examen histológico permite observar directamente las artriolas aferentes y los glomérulos. En la muestra se evalúan:
- Engrosamiento de la membrana basal y la presencia de hialinosis arteriolar en la arteriola aferente, característico de hipertensión crónica.
- Proliferación mesangial y cambios en la matriz extracelular que afectan la filtración glomerular.
- Lesiones inflamatorias en caso de glomerulonefritis o vasculitis, con infiltrado leucocitario y necrosis fibrinoide en arteriolas aferentes.
- Presencia de semilunas en glomérulos, indicativas de glomerulonefritis rápidamente progresiva y daño arteriolar severo.
Cuándo acudir al médico
La disfunción o daño de la arteriola aferente puede manifestarse con síntomas o signos que requieren atención médica inmediata o programada:
- Hipertensión arterial resistente a tratamiento, especialmente si se asocia a IRA (insuficiencia renal aguda) o empeoramiento de la función renal.
- Disminución progresiva del volumen urinario, orina espumosa (proteinuria) o hematuria, sugerentes de nefropatía glomerular.
- Edema periférico extensivo, ascitis o derrame pleural en ausencia de insuficiencia cardíaca evidente, indicando posible retención hidrosalina por falla renal.
- Fatiga intensa, astenia o confusión, asociadas a uremia avanzada.
- Picos frecuentes de presión arterial diastólica > 90 mmHg o sistólica > 140 mmHg, pese a múltiples fármacos antihipertensivos.
- Pérdida de peso no intencionada, anorexia o síntomas gastrointestinales en contexto de glomerulonefritis o vasculitis sistémica que afectan las arteriolas aferentes.
- Convulsiones o síntomas neurológicos focales en pacientes con nefropatía crónica avanzada y encefalopatía urémica.
La valoración inicial incluirá exámenes de función renal, medición de presión arterial, pruebas de laboratorio específicas (proteinuria, HbA1c) y estudios de imagen. Dependiendo del caso, puede requerirse biopsia renal para confirmar la afectación de las arteriolas aferentes.
Precauciones y recomendaciones
Para proteger la función de las arteriolas aferentes y prevenir la progresión de la patología renal, se aconsejan las siguientes medidas:
- Monitoreo regular de la presión arterial: Verificar la presión al menos cada 6 meses en adultos sanos; cada 3 meses en pacientes con hipertensión, diabetes o enfermedad renal crónica. Mantener la presión arterial < 130/80 mmHg según guías internacionales para proteger el lecho microvascular renal.
- Control de la glucemia en diabetes: Realizar HbA1c cada 3–6 meses y mantenerla < 7 % para prevenir el daño microvascular a nivel de las arteriolas aferentes. Incluir un plan dietético, ejercicio regular y uso de antidiabéticos orales o insulina según necesidades.
- Dieta baja en sodio y proteínas moderadas: Reducir la ingesta de sodio a 2,3 g/día para disminuir la presión arterial. Controlar la ingesta de proteínas a 0,8–1 g/kg/día en pacientes con enfermedad renal crónica para reducir la carga glomerular y arteriolar.
- Actividad física regular: Al menos 150 minutos de ejercicio moderado a la semana (caminar, nadar, ciclismo) para mejorar la perfusión renal y la sensibilidad a la insulina.
- Abandono del tabaquismo: El tabaco produce vasoconstricción y estrés oxidativo en las arteriolas aferentes; dejar de fumar reduce el riesgo de nefropatía progresiva.
- Moderación en el consumo de alcohol: El consumo excesivo de alcohol incrementa la presión arterial y el riesgo de daño renal. Limitar el consumo a una bebida por día en mujeres y dos en hombres.
- M antener un peso saludable: Controlar el índice de masa corporal (IMC) entre 18,5 y 24,9 kg/m² para reducir la carga sobre el riñón y las arteriolas aferentes.
- Revisiones oftalmológicas periódicas: Para detectar signos tempranos de retinopatía en pacientes con hipertensión o diabetes, que suelen acompañar a la nefropatía microvascular.
- Evitar uso indiscriminado de AINE: Los antiinflamatorios no esteroideos (ibuprofeno, naproxeno) pueden reducir el flujo sanguíneo renal al inhibir la producción de prostaglandinas, provocando vasoconstricción de la arteriola aferente y riesgo de daño renal agudo.
- Control de lípidos: Mantener el colesterol LDL < 100 mg/dL (< 70 mg/dL en alto riesgo) y triglicéridos <150 mg/dL mediante dieta y estatinas para prevenir deposición aterosclerótica en arterias renales.
- Educación y adherencia terapéutica: Comprender la importancia de la medicación antihipertensiva y antidiabética para proteger las arteriolas aferentes y mantener la función renal a largo plazo.
Preguntas frecuentes para el paciente
¿Cómo sé si mi arteriola aferente está dañada?
No es posible detectar directamente el daño de la arteriola aferente sin pruebas especializadas. Sin embargo, los indicadores que sugerirían una afectación incluyen:
- Elevación persistente de la creatinina sérica y disminución de la TFG, detectadas en análisis de sangre rutinarios.
- Proteinuria (presencia de proteína en orina) o microalbuminuria, hallazgos tempranos en nefropatía diabética o hipertensiva.
- Aumento de la presión arterial a pesar de la toma regular de antihipertensivos, lo que sugiera resistencia arteriolar.
- Oliguria (orina escasa) o oliguria persistente en situaciones de hipoperfusión sistémica.
Para confirmar, el nefrólogo puede solicitar ecografía Doppler renal, biopsia renal o pruebas de laboratorio específicas.
¿Es posible revertir el daño de la arteriola aferente?
La reversibilidad depende de la causa y del grado de daño. En etapas tempranas de nefropatía diabética o hipertensiva, el control estricto de los factores de riesgo (presión arterial, glucemia) y el uso de IECA o ARA-II pueden reducir el remodelado arteriolar y mejorar la perfusión. Sin embargo, en fases avanzadas con fibrosis intersticial y esclerosis glomerular, el daño suele ser irreversible, y el objetivo terapéutico es reducir la progresión hacia la insuficiencia renal terminal.
¿Los AINE pueden dañar la arteriola aferente?
Sí. Los AINE (ibuprofeno, naproxeno, diclofenaco) inhiben la síntesis de prostaglandinas, que en condiciones de bajo flujo renal actúan para vasodilatar la arteriola aferente y mantener la perfusión glomerular. Al inhibirlas, se produce vasoconstricción de la arteriola aferente, reduciendo la TFG y aumentando el riesgo de lesión renal aguda, especialmente en pacientes con deshidratación, insuficiencia cardíaca o enfermedad renal preexistente.
¿Cómo contribuyen las arteriolas aferentes a la hipertensión?
En la hipertensión, las arteriolas aferentes se someten a un proceso de remodelado que incluye:
- Hipertrofia de la musculatura lisa, aumentando la resistencia vascular y elevando la presión sistémica.
- Hialinosis y depositación de matriz extracelular, reduciendo la permeabilidad y aumentando la rigidez.
- Disfunción endotelial, con menor producción de óxido nítrico y mayor liberación de vasoconstrictores, perpetuando la hipertensión.
Estos cambios pueden conducir a nefroesclerosis y empeorar la función renal. El tratamiento antihipertensivo temprano es esencial para prevenir el daño arteriolar.
¿Puedo sentir dolor si mi arteriola aferente está afectada?
En general, el daño arteriolar en el riñón es silente y no se asocia a dolor específico. Sin embargo, en condiciones de hipoperfusión aguda (choque, deshidratación grave) o vasculitis intensa, puede presentarse dolor lumbar o flanco debido al compromiso isquémico del parénquima renal. La aparición de dolor abdominal o lumbar acompañado de oliguria o hematuria requiere evaluación médica urgente.
¿Cómo influye la edad en las arteriolas aferentes?
Con el envejecimiento, las arteriolas aferentes muestran:
- Rigidez aumentada por depósito de colágeno y pérdida de elasticidad, lo que eleva la presión sistólica de perfusión glomerular.
- Engrosamiento de la membrana basal y la adventicia, dificultando el ajuste del diámetro luminal.
- Disminución de la producción de óxido nítrico, favoreciendo la vasoconstricción y reduciendo la perfusión medular.
- Aumento de la resistencia vascular, que contribuye a la presión arterial elevada y a la disminución progresiva de la TFG.
Estos cambios predisponen a los pacientes ancianos a la enfermedad renal crónica y hacen necesario un monitoreo más estrecho de la función renal y la presión arterial.
Tratamiento y manejo de patologías relacionadas
El abordaje terapéutico de las alteraciones arteriolares aferentes depende de la causa principal y de la fase de la enfermedad. A continuación se describen las estrategias más importantes:
Manejo de la hipertensión
- Inhibidores de la enzima convertidora de angiotensina (IECA): Enalapril, ramipril, lisinopril. Reducen la producción de angiotensina II, disminuyendo la vasoconstricción arteriolar y protegiendo el glomérulo.
- Antagonistas de receptores de angiotensina II (ARA-II): Losartán, valsartán, candesartán. Bloquean los efectos de la angiotensina II en las células de la arteriola aferente, generando vasodilatación.
- Bloqueadores de canales de calcio: Amlodipino, nifedipino, diltiazem. Relajan el músculo liso arteriolar, reduciendo la resistencia vascular.
- Diuréticos tiazídicos: Hidroclorotiazida, clortalidona. Disminuyen el volumen plasmático y el retorno venoso, reduciendo la presión arterial y favoreciendo la protección arteriolar.
- Betabloqueantes: Metoprolol, carvedilol. En pacientes con cardiopatías concomitantes, ayudan a reducir la presión de perfusión y el estrés sobre las arteriolas.
El objetivo es mantener la presión arterial por debajo de 130/80 mmHg en pacientes con nefropatía, desde etapas iniciales, para prevenir el daño progresivo de la arteriola aferente.
Tratamiento de la nefropatía diabética
- Control glucémico intensivo: Metformina, inhibidores de SGLT2 (empagliflozina, canagliflozina) y análogos de GLP-1 (liraglutida, semaglutida) para reducir la hiperglucemia y sus efectos adversos sobre la arteriola aferente.
- IECA o ARA-II: Inhibición del SRAA para reducir la hiperfiltración glomerular y la hipertrofia de la arteriola aferente.
- Estatinas: Atorvastatina, rosuvastatina para controlar la dislipidemia y reducir la aterosclerosis que puede afectar la arteria renal principal y, secundariamente, las arteriolas aferentes.
- Diuréticos ahorradores de potasio: Espironolactona o eplerenona en casos seleccionados para reducir la proteinuria y la progresión de la microangiopatía.
El objetivo es retrasar la progresión de la nefropatía diabética y preservar la función de las arteriolas aferentes mediante un manejo integral de factores de riesgo.
Tratamiento de la vasculitis de pequeño vaso
- Glucocorticoides: Prednisona en dosis altas para controlar la inflamación aguda de las arteriolas aferentes y glomérulos.
- Ciclofosfamida: Inmunosupresor potente para inducir la remisión en formas severas de vasculitis (síndrome de Goodpasture, granulomatosis con poliangitis).
- Rituximab: Anticuerpo monoclonal anti-CD20, utilizado en vasculitis asociada a ANCA resistente o reincidente.
- Plasmaféresis: En casos de glomerulonefritis rápidamente progresiva con compromiso severo de las arteriolas aferentes, para eliminar anticuerpos circulantes.
El tratamiento se adapta según la gravedad y la respuesta terapéutica, con seguimiento estrecho de la función renal y marcadores inflamatorios.
Tratamiento en choque y sepsis
- Reposición volémica: Administración de cristaloides o coloides para restaurar el volumen intravascular y mejorar la perfusión renal.
- Vasopresores: Norepinefrina como primera línea para mantener la presión de perfusión renal y evitar la vasoconstricción excesiva de la arteriola aferente.
- Debridamiento de la fuente infecciosa en caso de sepsis (antibióticos de amplio espectro, drenaje de abscesos) para reducir la respuesta inflamatoria sistémica y proteger la microcirculación renal.
- Monitoreo de la diuresis y electrolitos para ajustar el tratamiento y prevenir la necrosis tubular aguda.
La rápida identificación y corrección del estado de choque es crítica para evitar daño irreversible en las arteriolas aferentes y pérdida de función glomerular.
Precauciones y cuidados en el paciente
Para minimizar el riesgo de lesión en las arteriolas aferentes y preservar la función renal, se recomienda:
- Evitar la deshidratación: Mantener una hidratación adecuada, especialmente en contextos de fiebre, diarrea, vómitos o ejercicio intenso, para proteger el flujo renal.
- Limitar el uso de AINE: Evitar ibuprofeno, naproxeno y otros antiinflamatorios no esteroideos en pacientes con riesgo de insuficiencia renal, pues inducen vasoconstricción de la arteriola aferente.
- Monitoreo de la función renal: Realizar analítica de creatinina, TFG y electrolitos periódicamente en pacientes con hipertensión, diabetes o antecedentes familiares de enfermedad renal.
- Control del azúcar en sangre: En diabéticos, mantener la HbA1c dentro de rangos recomendados (< 7 %) y realizar revisión oftalmológica semestral para detectar retinopatía y nefropatía temprana.
- Control de la presión arterial: Tomar la presión en casa y en consulta, ajustando la medicación antihipertensiva si es necesario, para evitar picos de presión que dañen las arteriolas aferentes.
- Evitar exposición a tóxicos renales: Minizar el uso de contrastes iodados sin hidratación previa y valorar alternativas en pacientes con función renal alterada; vigilar medicamentos nefrotóxicos (aminoglucósidos, cisplatino).
- Promover un estilo de vida saludable: Dieta equilibrada, ejercicio regular y abandono del tabaquismo para reducir el riesgo cardiovascular y proteger la microvasculatura renal.
- Seguimiento multidisciplinar: En pacientes con enfermedad renal crónica, coordinarse con nefrólogo, endocrinólogo y cardiólogo para optimizar el tratamiento y monitorizar la función de las arteriolas aferentes.
Preguntas frecuentes para el paciente
¿Cómo sé si mi arteriola aferente está funcionando correctamente?
No es posible evaluar directamente la arteriola aferente sin estudios específicos. Sin embargo, la función se puede inferir mediante:
- Análisis de sangre: Creatinina sérica y estimación de TFG, donde valores normales sugieren perfusión adecuada del glomérulo.
- Proteinuria: Ausencia o niveles bajos de proteína en orina indican que la barrera glomerular y la arteriola aferente funcionan correctamente.
- Presión arterial controlada: Mantener cifras < 130/80 mmHg minimiza el riesgo de daño a la microcirculación renal.
- Ecografía Doppler renal: Puede mostrar flujos renales normales y resistencias vasculares adecuadas en arterias y arteriolas.
¿Qué puedo hacer para proteger mis arteriolas aferentes?
Para conservar la salud de las arteriolas aferentes, se recomienda:
- Controlar la presión arterial mediante dieta, ejercicio y medicación según indicación médica.
- M antener la glucemia en valores adecuados si se padece diabetes, con controles periódicos de HbA1c.
- Evitar AINE o usarlos de forma esporádica y bajo supervisión, especialmente en pacientes con función renal comprometida.
- Hacer ejercicio moderado y regular para mejorar la perfusión renal y la función endotelial.
- Evitar el tabaquismo y moderar el consumo de alcohol para disminuir la inflamación y el estrés oxidativo sobre las arteriolas.
- Hidratarse adecuadamente para prevenir la hipoperfusión renal en estados de fiebre o vómitos.
¿Qué significa si tengo microalbuminuria?
La microalbuminuria es la excreción de pequeñas cantidades de albumina en la orina, entre 30 y 300 mg/día. Indica un daño inicial en la barrera de filtración glomerular y, por tanto, sugiere disfunción de la arteriola aferente y el endotelio glomerular. Es un marcador temprano de nefropatía diabética o hipertensión. Su detección precoz permite intervenir con cambios en el estilo de vida y fármacos que protejan la función renal.
¿Es normal que disminuya la TFG con la edad?
Con el envejecimiento, la TFG puede reducirse de forma progresiva (aproximadamente 1 mL/min/1,73 m² por año después de los 40 años) debido a cambios en la arquitectura arteriolar y la pérdida de nefronas. Sin embargo, valores de TFG superiores a 60 mL/min/1,73 m² en mayores de 65 años se consideran aún aceptables. Una disminución más rápida o niveles < 60 mL/min/1,73 m² requieren evaluación médica para descartar patología renal subyacente.
¿Puedo prevenir la arteriopatía microvascular?
Sí. Para prevenir la microangiopatía que afecta a las arteriolas aferentes, se recomienda:
- Controlar la presión arterial y mantenerla < 130/80 mmHg.
- Controlar la glucemia manteniendo la HbA1c < 7 % en diabéticos.
- Adoptar una dieta saludable baja en sodio y grasas saturadas, rica en frutas, verduras y ácidos grasos omega-3.
- Hacer ejercicio regular para mejorar la circulación y la sensibilidad a la insulina.
- Evitar el tabaquismo y moderar el consumo de alcohol para reducir la inflamación y el estrés oxidativo.
- Realizar revisiones médicas periódicas para detectar cambios tempranos en la función renal y la presión arterial.
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