Nuevos alimentos, ¿cómo evitar una batalla entre padres e hijos?

Quince repeticiones. Esto es lo que aproximan los expertos que un niño puede tardar en aceptar un nuevo alimento. Conseguir que los más pequeños prueben productos diferentes, especialmente verduras, puede convertirse en una “batalla” entre padres e hijos. El sabor, la textura o su apariencia no siempre resultan apetecibles a todos por igual. Hay quien, incluso, puede desarrollar neofobia alimentaria, una fobia a lo nuevo que no le deja probar alimentos nuevos.

Introducir nuevos alimentos es fundamental para conseguir una dieta completa y variada. Y el mejor momento es cuando todavía eres pequeño, ya que es más sencillo que cojan buenos hábitos alimenticios. Por ello, la Dra. María Jesús Alija, especialista en Pediatría con dedicación preferencial a la endocrinología pediátrica, nos ofrece alguno de los los consejos que comparte en consulta.

“Probar algo nuevo supone un reto, pero tenemos que plantear un reto que él o ella vea que es capaz de afrontar”, recomienda la especialista. Para ello, destaca que lo mejor es comenzar con trocitos pequeños para que el niño lo vaya probando. “Es bueno saber que a la primera o a la segunda, si lo rechazaba va a seguir haciéndolo. Por eso, como mínimo hay que intentarlo para que admita ese bocado”.

Es en este punto donde las repeticiones cobran interés. Pese a unas primeras negativas, seguir intentándolo de forma espaciada puede terminar consiguiendo su aceptación. Así se demostró en un estudio inglés donde se marcó las quince repeticiones. “En esos mismos participantes del estudio, años después, se vio que aquellos alimentos que les costaba introducir de pequeños eran considerados como sus alimentos favoritos”, ejemplifica.

Además de una introducción paulatina, es recomendable que esos productos se vean de forma creativa y que los más pequeños se vuelvan partícipes en las diferentes fases de su consumo. “Es fundamental, ya que ayuda mucho, que los alimentos se presenten de forma atractiva, apetitosa, y que participen en su elaboración. Lo ven como algo creativo: lo compran y lo cocinan ellos. Eso siempre les estimula mucho más que cuando simplemente te lo ponen y te obligan a comerlo”, precisa la Dra. Alija.

Precisamente, verlo como una obligación puede resultar contraproducente. No permitirle levantarse de la mesa, guardarlo para la cena o cualquier otro castigo puede desencadenar un rechazo mayor.

“Hay que ir a pequeños pasos, no como una obligación. Que sea un reto pero que él crea que lo puede conseguir. Si le pones un plato entero, se va a echar para atrás porque lo va a ver como un mundo: ¿cómo voy a comerme todo esto si no me gusta? Entonces, si le pones un poquito acompañado de otra comida que le gusta más aunque no sea tan saludable, pero que él ya comía, no pasa nada. Ya lo ha probado y con varios intentos irá introduciéndolo”, concluye.