El antibiótico y la gripe, ¿amigos o enemigos?

Las buenas temperaturas de este inicio de otoño no nos hacen pensar en el frío. Sin embargo, la campaña de vacunación de la gripe ya ha comenzado. Una enfermedad que cada invierno se vuelve pandémica y que asumimos como una cotidianeidad de la estación. Un hecho que nos ha llevado confundir conceptos.

Por ello, el Dr. José Javier Varo Cenarruzabeitia, director del Servicio de Urgencias de la Clínica Universidad de Navarra, nos aclara los principales errores.

La gripe no es un resfriado

Pese a que ambas enfermedades comparten malestares similares, sus síntomas no son los mismos y hay pistas que nos ayudan a discernir si hemos contraído la gripe o un catarro.

En general, no se valora y se mezclan los dos conceptos, pero no tienen que ver, sobre todo, en la intensidad de los síntomas y la potencial gravedad, que en la gripe son muy superiores.

La gripe provoca fiebre alta, dolor de cabeza, malestar general, dolor muscular y articular. En cambio, un catarro afecta sobre todo a las vías respiratorias superiores, con congestión nasal, tos, dolor de garganta y cabeza y, en ocasiones, décimas leves de fiebre.

El antibiótico no es la solución

Cómo recuperarse de una gripe lleva en muchas ocasiones a tomar una medicación inadecuada. Al tratarse de una infección hay pacientes que optan por usar un antibiótico para paliar los síntomas.

Sin embargo, es un error. Los antibióticos combaten las bacterias no los virus. Los antibióticos no solo no están indicados si no que pueden enmascarar otro tipo de problemas. Los síntomas de la gripe acabarán cediendo por sí solos.

No hay una receta que cure la gripe, pero es posible recibir un tratamiento sintomático (ibuprofeno o paracetamol) para aliviar los dolores más agudos, como la fiebre o el dolor de cabeza.

La vacuna no causa gripe

El método más efectivo para huir de la gripe es la vacuna. Una inyección a raíz de la cepa que se prevé para cada año. Al tratarse del virus inactivo hay quien puede desarrollar un malestar posterior, pero son unos efectos inferiores a los que se pueden padecer por la gripe. Especialmente, aquellos grupos de riesgo ya sean por su edad o por sufrir enfermedades cardíacas, pulmonares o inmunodeprimidos.

Además, se pueden seguir unas medidas básicas para evitarla: lavarse las manos frecuentemente, mantener un pequeño aislamiento respiratorio (tener cuidado al toser o hablar), seguir una dieta equilibrada y hábitos saludables, ir adecuadamente vestido, ventilar las estancias y no abusar de la calefacción.

No es un virus inofensivo

Las confusiones acerca de la gripe y sus síntomas, a priori, leves han llevado a subestimar esta enfermedad. Rebrota cada invierno y lo asumimos como una consecuencia más de esta estación.

Normalmente, lo máximo a lo que obliga la gripe es a mantener unos días de cama  y a controlar la fiebre alta. Pero las personas integrantes de los grupos de riesgo pueden ver agravado su estado de salud.

La  gripe tiene una mortalidad asociada y por eso sorprende que en algo tan sencillo como la vacunación la gente no termine de implicarse. Contraer la gripe cuando ya se padece otra enfermedad crónica puede desencadenar en una neumonía, una sobreinfección e, incluso, el fallecimiento. Unas consecuencias que se pueden evitar siguiendo las pautas que marcan los profesionales.