Trasplante hepático
Historia de Conchi

<p>Imagen Conchi Soto</p>

A Conchi S., actual presidenta de la Asociación Navarra de Trasplantados y Enfermos Hepáticos, hace nueve años que un nuevo hígado le salvó la vida.

Permaneció diez largos meses en lista de espera. Después de dos intentonas previas, a la tercera llamada fue la vencida. Los dos hígados anteriores no cumplían las condiciones necesarias.

Pero, por fin, el 3 de diciembre de 2000 llegó el órgano adecuado. Conchi S., actual presidenta de la Asociación de Trasplantados y Enfermos Hepáticos de Navarra (Atehna) puede considerar que volvió a nacer hace 9 años, tras la operación en la que le implantaron un nuevo hígado.

Su historia comenzó a los 25 años, cuando enfermó de hepatitis B, infección de la que consiguió reponerse. Trece años más tarde, Conchi S. recuerda que un día se levantó con el vientre muy hinchado, síntoma que se intensificó en el curso de una semana. El médico de cabecera le diagnosticó entonces la enfermedad hepática.

Tras la hepatitis B, el virus causante se quedó de forma crónica y latente en su organismo, de forma que, “con los años, la enfermedad evolucionó en una cirrosis víríca, algo que puede o no ocurrir, pero que a mí me pasó”, recuerda. Los síntomas de la enfermedad se agudizaron. Ingresó en la UCI y, finalmente, fue derivada por el Servicio Navarro de Salud, a la Clínica. Le incluyeron entonces en lista de espera para trasplante hepático.

¿Cómo afrontó los diez meses en lista de espera?
Fue lo peor de todo el proceso. Fueron meses de verdadera angustia. Pasa el tiempo y empiezas a obsesionarte. Además, yo ya no podía llevar una vida normal. Me encontraba muy cansada. Mi vida transcurría de la cama al sofá y del sofá a la cama e ingresé unas veinte veces.

Hasta que recibió la llamada comunicándole que había llegado un hígado para usted ¿Cómo vivió ese momento?
Ya me habían llamado en dos ocasiones anteriores, pero en ninguna de ellas pudo ser porque el hígado no cumplía las condiciones. Así que la tercera vez me lo tomé con bastante escepticismo. Pensé que tampoco me iba a valer ese órgano. Me lo tomé con calma. Recogí la cocina, la ropa que tenía tendida y fui a la Clínica y quedé ingresada a la espera de comprobar si el hígado valía. El doctor Pardo había acudido a extraerlo fuera de Navarra.

¿Y cuando le dijeron que de verdad había un hígado sano para usted?
Para entonces ya me habían preparado para la posible operación. Entró una doctora y me dijo que el órgano era válido para mí. Fue entonces cuando empecé a vivir un montón de sensaciones: mucha alegría, a la vez que miedo. Fue un momento muy especial.

Superada la operación ¿cómo fue la recuperación posterior?
La recuperación es lenta. Estuve 20 días ingresada, aunque actualmente lo normal es permanecer cerca de una semana. A mí se me complicó un poco por un ligero rechazo inicial, por eso estuve más tiempo.

Y después, la incorporación paulatina a la vida normal.
Al principio debía llevar a rajatabla las recomendaciones médicas como evitar los sitios cerrados, beber agua mineral, nada de marisco crudo y pocas precauciones más. Parece imposible, no te llegas a creer cómo en tan poco tiempo, puedes estar haciendo una vida normal. Y todo, gracias a que alguien ha donado sus órganos. Esto es algo muy grande.

¿Qué recomendaría a las personas recién intervenidas?
Que hagan una vida normal, que hay trasplantados que llegan a dedicarse incluso al deporte de competición. Es necesario mantenerse activo.