Cáncer de estómago
Historia de Carmen

<p>Imagen Carmen Hern&aacute;ndez</p>

Carmen H. recuerda el momento en que le anunciaron el resultado positivo del análisis genético a la presencia de la mutación.

“Cuando recibes una noticia así, sientes que el mundo se abre a tus pies y que vas a caer, pero no es así. Asumí la noticia con la mayor entereza y traté de ocuparme y no de preocuparme”. De este modo, Carmen H. recuerda el momento en que le informaron sobre el resultado positivo de su análisis genético a la presencia de la mutación CDH1, precursora del cáncer gástrico difuso a edad temprana.

“Me dediqué a recabar información sobre la alteración genética y sobre la operación de gastrectomía total que me aconsejaban para evitar contraer la enfermedad”, apunta la paciente.

Para tomar la decisión correcta consultó a varios médicos. “Sabía que era una decisión que debía tomar yo sola y que, en cualquier caso, mi familia me iba a apoyar. Todos querían aconsejarme, pero traté de impedirlo porque era yo la que debía decidir”, insiste.

Informada sobre la alteración genética que presentaba, así como sobre la operación de extirpación total del estómago que le proponían los especialistas, ante la imposibilidad de detectar precozmente el cáncer, Carmen decidió dar un paso crucial en su vida.

Se puso en manos de los médicos de la Clínica y consintió, a pesar de encontrarse en perfecto estado de salud, en someterse a la gastrectomía. Un mes después los análisis de su estómago, efectuados por el doctor Sola, del Departamento de Anatomía Patológica, refrendaban esta intervención preventiva. Carmen presentaba ya en el estómago una mínima lesión típica del cáncer gástrico difuso, enfermedad de la que ya habían fallecido tres de sus hermanos.

Usted y su familia proceden de Madrid ¿qué motivo les llevó a la Clínica Universidad de Navarra?

Tras diagnosticarle a mi tercera hermana un cáncer gástrico difuso, mi hermana pequeña y yo pensamos que algo estaba ocurriendo. No era lógico tanta coincidencia familiar en la misma enfermedad. Así, empezamos a indagar pensando en alguna explicación de tipo genético. Nuestras averiguaciones nos condujeron a la doctora Herraiz como una de las personas más expertas en síndromes genéticos digestivos. Incluso diferentes médicos especialistas consultados en otros centros nos negaron la posible existencia de aspectos hereditarios ya que se desconocían.

Una vez en Pamplona ¿qué información les proporcionaron los especialistas de la Clínica?

La doctora Herraiz nos informó de la existencia de una modificación del gen CDH1, de la que no habíamos oído hablar hasta ese momento. Nos dijo que existía la posibilidad de que nuestra familia tuviera esta alteración que provocaba el síndrome hereditario de cáncer gástrico difuso, ya que presentábamos tres casos en hermanos de la misma familia. Fue la primera vez que nos enfrentamos a la posibilidad de un problema hereditario, aunque todavía quedaba mucho camino por recorrer. Nos realizaron diferentes pruebas mientras esperábamos los resultados del análisis genético.

Al recibir el resultado de los análisis genéticos,¿cómo lo asimiló?

Los resultados del análisis genético de mi hermana, que ya había fallecido, dieron positivos. Al enterarme las lágrimas se me desbordaban. Aquella pesadilla no había terminado. No sólo habíamos perdido a nuestros hermanos, si no que la historia continuaba. Pero había que enfrentarse a la verdad con un 50% de posibilidades de dar también positivo a la mutación genética.

A usted le llegó el resultado positivo y procuró hacerle frente ¿Cómo se tomó el consejo de los médicos de la Clínica de someterse a una extirpación total de estómago?

Los especialistas nos advirtieron que a las personas que presentaran la alteración genética se les recomendaba como medida más certera la gastrectomía total. Era la decisión más adecuada teniendo en cuenta mi edad de riesgo. Tras diversas averiguaciones decidí operarme en la Clínica, donde me dieron una gran seguridad.

Tras la intervención laparoscópica ¿cómo fue su recuperación ya sin estómago?

Después de la operación estuve siete días hospitalizada, de los que, reconozco, que sólo tuve uno malo. Ni yo misma me lo creía. Salí del quirófano y no necesité ingresar en la UCI. Podía estar con los míos. A los 4 ó 5 días me hicieron la prueba del tránsito intestinal y se confirmó que todo estaba correcto, bien sellado, lo que elevó muchísimo mi estado de ánimo. Salí en silla de ruedas haciendo el sígno de la victoria.

¿Cómo ha incidido la operación en su calidad de vida?

Tengo una calidad de vida, quizás como la de otras personas con enfermedades en las que debes cuidar determinados aspectos. Pero no necesito ningún tipo de asistencia, no dependo de aparato alguno, ni tengo ninguna prótesis. No obstante, el estómago es un órgano importante en la asimilación de vitaminas, por lo que tengo que inyectarme vitamina B12 de por vida. Es muy importante el control de un nutricionista y comprobar tú misma qué alimentos te sientan mejor o peor. La vida me ha cambiado, pero no veo nada malo en ello. Lo importante es que estoy viva. Hay que aprender a adaptarse a las nuevas circunstancias y, sobre todo, no rendirse nunca.

¿Cuál sería su consejo para una persona que se encuentre en una situación similar?

Le diría que en cuanto en una familia se produzca el primer caso de cáncer gástrico difuso no duden en consultar a un equipo especialista en síndromes hereditarios, ya que pueden salvar vidas. En caso de que ya supieran que son portadores de la alteración, les diría que no tengan miedo, que pueden salir adelante. Que en el caso de esta enfermedad, si la mutación genética se detecta a tiempo, tras extirparte el estómago puedes seguir viviendo.