Politraumatismo
Historia de Adriano

<Imagen Historias de la Clínica grave accidente de Adriano</p>

El ex-ciclista del Movistar, que sufrió un grave accidente en Argentina, afirma que es posible superar todo “con ayuda de la medicina y la propia voluntad”.

Hace apenas un año, el 22 de enero de 2016, Adriano Malori quedaba inmóvil en el asfalto en medio de un “pelotón” de compañeros ciclistas caídos y de amasijos de bicicletas.

Era la quinta etapa del Tour de San Luis en Argentina. Un bache en la carretera provocó su caída y, tras la suya, la de otros muchos deportistas.

El peor parado fue sin duda el corredor italiano, de Parma, miembro del equipo Movistar. Tres días después, Malori, en coma inducido, fue trasladado desde el centro sanitario de la ciudad de San Luis a un hospital de Buenos Aires debido a la falta de recursos adecuados para tratar la gravedad de sus heridas.

Según el médico del equipo, el primer diagnóstico fue el de una hemorragia intracraneal motivada por un fuerte hematoma en el lado izquierdo del cerebro que, a la postre, podía causarle cierta incapacidad en el lado derecho del cuerpo.

En el hospital de la capital argentina le reconstruyeron, con placas de titanio, el pómulo derecho que había resultado destrozado en la caída. Tres semanas después de ingresar en Buenos Aires, los servicios médicos del equipo deciden el traslado de Malori a Pamplona en avión medicalizado.

Según relata el propio ciclista, de la Clínica Universidad de Navarra conserva sus mejores y sus peores recuerdos de toda su convalecencia.

Los peores, porque fue donde le anunciaron la cruda realidad de su diagnóstico: su brazo izquierdo había perdido la conexión con su cerebro y la vuelta al ciclismo se veía prácticamente imposible. Pero también los más optimistas, porque fue donde decidió que no se quedaría en una silla de ruedas, sino que pronto volvería a subirse en una bicicleta para competir.

En medio de tantos sentimientos encontrados, el ciclista admite la suerte de ser miembro del equipo Movistar, porque gracias a él ha tenido acceso a los mejores médicos junto a los que ha conseguido hacer realidad su sueño: participar en una gran competición.

Su tesón y el del equipo rehabilitador que le trató, primero en la Clínica y después en el CNAI (Centro Neurológico de Atención Integral), obraron lo improbable: a los 7 meses Malori ya rodaba sobre su bicicleta en Canadá, la primera de sus competiciones tras el accidente.

Hoy, ha vuelto a la Clínica para hacerse una resonancia magnética de control que le realiza el Dr. José Luis Zubieta. Para entonces Adriano ya ha competido en 6 carreras. “Han sido competiciones en las que he participado debido a mi insistencia con los técnicos del equipo.

Por fin me dejaron. Pero, por ejemplo, participar en la de Canadá ha sido como si un futbolista hubiese estado lesionado durante un año entero y reanuda de nuevo la competición con un clásico, por ejemplo, un partido Barca-Madrid”, describe.

Para el ciclista, estas competiciones están siendo una manera de probarse, “porque por muchos entrenamientos que hagas, nunca es lo mismo que una competición. Competir es una manera de conocer con precisión cuáles son mis puntos débiles y de saber dónde tengo que reforzar mis entrenamientos para seguir mejorando mi forma física”.

Cuando llegó de Argentina y le ingresaron en la Clínica, ¿cuál fue su primera impresión?

Lo primero que recuerdo, cuando me trasladaron del aeropuerto hasta la Clínica, son las puertas que se abrían, por donde iba entrando. Lo primero que pensé es que qué bonito era el hospital, qué arreglado todo… Y recuerdo que ya tuve que hacer una hora de rehabilitación primer día.

Estuve en total 7 días, pero el recuerdo que tengo de los profesionales que me atendieron era lo buena gente que eran todos y cómo me cuidaban y me ayudaban en la rehabilitación.

El de la Clínica es para usted un recuerdo agridulce.

De aquí guardo también el peor recuerdo de mi historia, porque fue aquí donde me dijeron claramente lo que tenía.

¿Cómo fue ese momento?

Yo pensaba que operándome la clavícula ya se arreglaba todo. Pero el especialista que me vio me dijo que “los cables que conectan el brazo con el cerebro se habían roto”. Realmente, no sé cómo lo superé. Con ayuda de mucha gente, porque sólo no hubiese podido.

Después de su experiencia, ¿qué mensaje trasladaría?

A todo el personal que me ha cuidado, desde el doctor que era mi referencia, la auxiliar que me traía la comida y las que me daban la medicación, hasta las de enfermeras de rehabilitación, la fisioterapeuta,

Sandra, con quien di los primeros pasos por el pasillo. Decirles gracias no es suficiente, para transmitirles todo el cariño que les tengo. 

Ahora que ya ha conseguido volver a competir, tan solo 7 meses después del grave accidente, ¿qué lectura hace de esta experiencia?

A los médicos y fisioterapeutas les digo que de mi historia hay que quedarse con la parte positiva. La lectura que hago es que con la medicina y la voluntad se puede salvar un paciente a pesar de estar destrozado. Me acuerdo cuando me dieron el diagnóstico y me dijeron las pocas posibilidades que tenía de volver a montarme en la bici.

Pero Sandra, la fisioterapeuta, me dijo que tenía que intentarlo, que no era seguro, que en gran medida dependía de mí y que había que ver cómo evolucionaba.

La suya es realmente una gran historia de superación.

Sí me gusta pensar que con mi experiencia envío a otros pacientes un mensaje de esperanza. Ojalá mi historia anime a otras personas en esas circunstancias a sacar lo mejor de ellas para seguir luchando.

De hecho, durante mi rehabilitación comprobé cómo mis compañeros observaban mi recuperación. Lo veía en sus miradas. Creo que yo era un estímulo para su propia rehabilitación. Por eso pensé que no les podía defraudar.