DICCIONARIO MÉDICO

Balance líquido

¿Qué es el balance líquido?

El balance líquido es un concepto fundamental en la medicina que se refiere al equilibrio entre la ingesta y la pérdida de líquidos en el cuerpo humano. Mantener un balance líquido adecuado es esencial para la homeostasis, ya que el agua es el principal componente del cuerpo humano y es crucial para diversas funciones fisiológicas, incluyendo la regulación de la temperatura corporal, el transporte de nutrientes y desechos, la lubricación de las articulaciones y el mantenimiento del volumen sanguíneo y la presión arterial.

El cuerpo humano contiene aproximadamente un 60% de agua en los hombres adultos y un 50-55% en las mujeres adultas, debido a diferencias en la composición corporal. Esta agua se distribuye en dos compartimentos principales: el compartimento intracelular, que contiene alrededor del 60-70% del agua corporal total, y el compartimento extracelular, que contiene el resto. El compartimento extracelular se subdivide en el líquido intersticial, que rodea las células, y el plasma, que es la porción líquida de la sangre.

El balance líquido se mantiene mediante un complejo sistema de regulación que involucra la ingesta de líquidos, la excreción renal, la pérdida insensible (como la transpiración y la respiración) y la regulación hormonal. La ingesta de líquidos proviene principalmente del consumo de bebidas y alimentos, mientras que la excreción se realiza principalmente a través de la orina, pero también a través de las heces, el sudor y la respiración.

La regulación del balance líquido está controlada por varios mecanismos fisiológicos y hormonales. Uno de los principales reguladores es la hormona antidiurética (ADH), también conocida como vasopresina, que se produce en el hipotálamo y se libera desde la glándula pituitaria posterior. La ADH actúa sobre los riñones, aumentando la reabsorción de agua en los túbulos colectores, lo que reduce la excreción de agua y concentra la orina. La liberación de ADH se estimula en respuesta a un aumento en la osmolaridad del plasma (concentración de solutos en la sangre) o a una disminución del volumen sanguíneo.

Otro regulador importante es el sistema renina-angiotensina-aldosterona (SRAA). La renina es una enzima producida por los riñones en respuesta a una disminución en la perfusión renal, la hiponatremia (bajos niveles de sodio en la sangre) o la activación del sistema nervioso simpático. La renina convierte el angiotensinógeno, producido por el hígado, en angiotensina I, que luego se convierte en angiotensina II por la acción de la enzima convertidora de angiotensina (ECA) en los pulmones. La angiotensina II es un potente vasoconstrictor que también estimula la liberación de aldosterona de la corteza suprarrenal. La aldosterona aumenta la reabsorción de sodio y agua en los túbulos distales y colectores de los riñones, aumentando el volumen sanguíneo y la presión arterial.

El equilibrio entre la ingesta y la excreción de líquidos es crucial para mantener un volumen sanguíneo adecuado y la presión arterial. La deshidratación, que resulta de una ingesta insuficiente o una pérdida excesiva de líquidos, puede llevar a una disminución del volumen sanguíneo (hipovolemia), reducción del gasto cardíaco, hipotensión y, en casos graves, shock. Los signos y síntomas de deshidratación incluyen sed, boca seca, disminución de la producción de orina, orina concentrada, piel y mucosas secas, fatiga y mareos.

Por otro lado, la sobrehidratación, que puede resultar de una ingesta excesiva de líquidos o una disminución de la excreción renal, puede llevar a una sobrecarga de volumen (hipervolemia), edema, hipertensión y, en casos graves, insuficiencia cardíaca congestiva. Los signos y síntomas de sobrehidratación incluyen aumento de peso, edema periférico, distensión venosa yugular, hipertensión, disnea y rales pulmonares.

El manejo clínico del balance líquido implica la evaluación y monitoreo regular del estado de hidratación del paciente, utilizando herramientas como la historia clínica, el examen físico y pruebas de laboratorio. La historia clínica debe incluir preguntas sobre la ingesta de líquidos, la producción de orina, la presencia de síntomas de deshidratación o sobrehidratación y cualquier condición médica subyacente que pueda afectar el balance líquido, como enfermedades renales, cardíacas o endocrinas.

El examen físico debe evaluar signos de deshidratación (como la turgencia de la piel, la sequedad de las mucosas, la presión arterial y la frecuencia cardíaca) y signos de sobrehidratación (como el edema, la distensión venosa yugular y los rales pulmonares). Las pruebas de laboratorio pueden incluir el análisis de sangre para medir los niveles de electrolitos, la osmolaridad del plasma, la creatinina sérica y el nitrógeno ureico en sangre (BUN), así como el análisis de orina para evaluar la concentración de solutos y la excreción de electrolitos.

El tratamiento de los trastornos del balance líquido depende de la causa subyacente y la gravedad de la condición. En casos de deshidratación leve a moderada, el tratamiento puede incluir la rehidratación oral con soluciones electrolíticas balanceadas. En casos de deshidratación grave o hipovolemia, puede ser necesaria la rehidratación intravenosa con soluciones isotónicas, como el cloruro de sodio al 0.9% o la solución lactada de Ringer. Es importante corregir la deshidratación de manera gradual para evitar complicaciones, como el síndrome de desmielinización osmótica.

En casos de sobrehidratación, el tratamiento puede incluir la restricción de líquidos, la administración de diuréticos para aumentar la excreción de agua y sodio, y el tratamiento de la condición subyacente, como la insuficiencia cardíaca o la enfermedad renal. La monitorización estrecha del estado de hidratación, el balance de líquidos y los electrolitos es esencial para ajustar el tratamiento y prevenir complicaciones.

© Clínica Universidad de Navarra 2023

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