Implante coclear
Historia de Josefina

<p>Imagen de Josefina, una paciente de la Cl&iacute;nica mediante implante coclear</p>

"Me pareció muy importante ponerme en manos de un equipo con una experiencia de casi mil implantes".

Veintiún años al frente de la Coordinación Autonómica de Trasplantes de Navarra, desde antes incluso de que se crease la Organización Nacional de Trasplantes (ONT), Josefina Ripoll Espiau (Barcelona, 1935) ha sido un ejemplo en su quehacer profesional, por el que recibió en 2011 la Cruz de la Orden Civil de Sanidad.

Diez años más tarde de delegar su responsabilidad en otros profesionales, Josefina sigue su actividad en otros frentes, como es el Taller de Duelo del Teléfono de la Esperanza, impartiendo algunas conferencias y como alumna de varias asignaturas en la UNED. Hasta hace cuatro años no había tenido ningún problema auditivo que le limitase su vida profesional o familiar.

Pero a los 75 años, ya jubilada, empezó con los primeros síntomas de una audición deficiente. “Entonces —recuerda— me fui al otorrino, que me diagnosticó la necesidad de unos audífonos. Así que me los puse y con ellos he conseguido oír con calidad durante tres años. Pero de repente, el año pasado, comencé a oír muy mal”.

Josefina perdió la audición prácticamente completa en un oído y conservó un 25% en el otro. “No oír es tremendo porque por mucho que intentes participar en una conversación entre varias personas, te ves obligada a preguntar constantemente de qué están hablando los demás. Y cuando de lo que se habla es de cuestiones serias, no puedes estar pidiendo que te repitan”, reconoce.

En sus actividades actuales, ¿de qué forma le afectaba la falta de audición?
Por ejemplo, en el Taller de Duelo del Teléfono de la Esperanza que dirigimos dos personas. En un taller de duelo, la gente que participa en él llora y habla bajito, así que por mucho que intentes escuchar, no puedes hacerles repetir lo que han dicho. Por eso, los defectos de audición suponen una limitación muy importante en este aspecto profesional.

¿Y en otros ámbitos, como el del ocio o el familiar?
A mí me encanta ir a conferencias y me tuve que olvidar de ellas, lo mismo que del cine. A los conciertos seguía yendo porque algo oía y si era una obra conocida la podía seguir. También tenía que hacer un gran esfuerzo para seguir e intervenir en las reuniones del Comité de Docencia de la ONT al que todavía pertenezco y en las reuniones anuales de coordinación de transplantes siempre muy innovadoras, extendiéndose a campos nuevos, lo que me pone al día de lo que sucede en este mundo tan especial y a las que me costaría mucho renunciar. También ha supuesto una limitación para seguir mis clases de la UNED, a las que me he apuntado este año.

Llegó un momento en el que los audífonos ya no le servían.
Así es. Me los ajustaba constantemente e iba a hacerme audiometrías pero ya no me servían. Este último verano lo pasé muy mal porque en las reuniones familiares no me enteraba de nada y al llegar septiembre volví al otorrino. Pensé en un implante coclear. El otorrino que me atendió lo consideró conveniente y así lo hizo constar en su informe, por lo que me derivaron a la Clínica que es donde llevan a cabo el Programa de Implantes Cocleares. Así que fui a la Clínica a ver al doctor Manrique. Me hicieron un estudio para ver si podía ser candidata y me confirmaron que sí. Era una alternativa a mi falta auditiva.

¿Acudió a la Clínica con confianza?
La información del doctor Manrique fue muy exhaustiva. Enseguida me decidí. Mis hijos también estaban de acuerdo en que el tratamiento iba a ser bueno para mí. Entre otras cosas, me pareció muy importante ponerme en manos de un equipo con una experiencia cercana a las mil intervenciones de implantes cocleares. Esto hizo que fuera al quirófano con toda la seguridad del mundo. Es muy importante poder confiar en temas de salud. Toda la intervención quirúrgica fue como si se la hubieran hecho a otra persona. A las 12 horas de la cirugía estaba perfectamente, cenando. No tuve absolutamente nada, ni un dolor de cabeza, ni un mareo. Estuve ingresada 24 horas más y me volví a casa a hacer una vida normal. La verdad es que la parte quirúrgica fue fantástica.

La confianza que usted mostró en el equipo también tendrá que ver.
Es cierto que yo había ido con una actitud muy positiva. Al haber sido coordinadora de trasplantes durante 21 años, contaba con la experiencia de los pacientes trasplantados. Yo sabía que la actitud del trasplantado era importantísima en su recuperación. Era increíble la diferencia de los pacientes que iban con buena actitud y, por supuesto, con la confianza en el equipo que iba a hacer la intervención. La verdad es que mi experiencia con el implante coclear ha sido más que buena, buenísima.

Tras la cirugía, el postoperatorio y la sintonización del implante, ¿cómo fue el nuevo aprendizaje de los sonidos?
Después de la operación hay que esperar un mes para la cicatrización y para poder colocar el receptor externo. La verdad es que yo tenía la ventaja importante de que podía oír algo con el otro oído que no me habían intervenido y el audífono. Así no tuve que permanecer totalmente sorda el mes de la cicatrización. Podía mantener una conversación con una persona. De este modo, no estuve aislada. Una vez transcurrido el primer mes, ya pueden colocarte la parte externa del implante, el receptor. A partir de ese momento es cuando se empieza a oír y hay que empezar a aprender de nuevo a identificar los sonidos.

¿Cómo es ese proceso? ¿entraña mucha dificultad?
Es curioso porque al principio sólo se oyen ruidos. Es decir, el cerebro no interpreta a qué corresponde cada sonido, qué significado tienen. Lo cierto es que me he tomado muy en serio el aprendizaje. Y el equipo de Audiología de la Clínica ha hecho un gran trabajo. Creo que es un complemento absolutamente imprescindible y tan importante como la propia cirugía, no solo por la necesidad del aprendizaje de nuevas técnicas, las revisiones continuadas y tests audiológicos para ir ajustando el aparato, sino también por el apoyo moral y la confianza en un equipo que va a resolver, ahora y en el futuro, cualquier tipo de problema que me pueda surgir.

Además, he implicado a mis nietos en mi reaprendizaje de los sonidos. Me leen las palabras a mi espalda y yo las tengo que repetir. Me río mucho con mi nieta pequeña, de 9 años, que me lee frases de cuentos para que las repita y que dice: a la abuela hay que vocalizarle más. Otros nietos me leen palabras del diccionario y vuelven a leérmelas hasta que las repito bien y, como ellos dicen: abuela, parece que esto hay que currárselo.

¿Advierte avances en ese reaprendizaje de los sonidos?
Día a día noto que avanzo. Cada vez oigo mejor. Por ejemplo en las comidas familiares que tenemos todas las semanas, ya voy oyendo y no tengo que preguntar de qué están hablando. Es un cambio muy grande. Poco a poco voy mejorando. La verdad es que estoy muy contenta de haberme hecho el implante. Le intervinieron el pasado 13 de noviembre. Un mes más tarde le conectaron el receptor y empezó con la rehabilitación auditiva. Hoy ya puede entender conversaciones entre varias personas.

Y le han confirmado que ha mejorado muchísimo. ¿Qué le queda?
El dispositivo que me han colocado es bastante complejo. Tiene cuatro programas, de los que, de momento, manejo dos, uno para oír con más intensidad y otro con menos. Con otros programas podré eliminar sonidos de fondo, por ejemplo, en viajes, reforzar los sonidos que me llegan de frente o los que me lleguen de detrás. Y todavía necesito tiempo para poder oír perfectamente al ir educando el cerebro para escuchar de esta nueva manera.

Ha relatado cómo a pesar de las dificultades de audición nunca ha abandonado actividades, pero sí ha tenido problemas para seguirlas. ¿Y ahora?
Ahora, en el grupo de duelo del Teléfono de la Esperanza, ya puedo escuchar lo que dicen sin dificultad. Este avance es muy importante porque es la actividad en la que más limitada me veía.

Si una persona que pasa por una situación similar a la suya le pidiera consejo, ¿qué le diría?
Le diría que yo estoy muy contenta con la decisión tomada, que vale la pena, más si se quiere continuar con una vida activa como la mía.

¿Le pesa de alguna manera el esfuerzo que tiene que hacer por reaprender a oír?
Creo que, en la vida, el esfuerzo es siempre necesario, que la vida es un continuo aprendizaje. Personalmente aprendo todos los días. Pero la verdad es no que me había planteado nunca que esta actitud me fuera a servir para volver a oír.