Miedos normales en los niños y trastornos de ansiedad

En los niños normalmente abundan los miedos, tanto a los extraños o personas ajenas al círculo familiar, como a los ruidos fuertes, animales, tormentas, oscuridad... La mayoría de éstos miedos se resuelven espontáneamente al ir creciendo el niño.

Pero si el niño tiene un miedo exagerado o desproporcionado que interfiere con su vida diaria, esto puede indicar que existe un problema.

  • No hay que ignorar ni subestimar los miedos de los niños ya que pueden ser causa de problemas mayores.
  • La ansiedad por separación es uno de los miedos más frecuentes en la infancia.

Cuando el niño nos diga que tiene miedo a algo, los padres pueden ayudarle a superarlo:

  1. Reconocer que el niño lo está pasando mal, preguntarle sobre lo que tiene miedo y tratar de entenderle (un niño no quería sacarse sangre en la consulta, pero se calmó cuando su madre le explicó que no le iban a sacar TODA la sangre, sólo un tubito);
  2. No ignorar ni minimizar el miedo, no decirle “no seas tonto, ya eres mayor, los niños no lloran, como vas a tener miedo a…(las arañas, el colegio, los truenos, la noche…)”
  3. No forzarle a enfrentarse al miedo. Si tiene miedo a la oscuridad, mejor dejar la luz del pasillo encendida hasta que se duerma;
  4. No enseñarle a temer las cosas. Si somos sobreprotectores, el niño piensa que algo malo puede pasarle cuando sus padres le protegen tanto;
  5. Preparar al niño para experiencias nuevas. Antes de entrar en una situación nueva contarle cómo va a ser con el mayor detalle posible. También se puede leer un libro con el niño sobre la situación que origina el miedo (insectos, aviones…)

¿Qué es la ansiedad por separación?

Cualquier padre que lleve a sus niños de educación infantil o principio de primaria al colegio, ha visto las diferentes reacciones de cada niño al dejarlos. Muchos se despiden tranquilamente de los padres; otros van de la mano y no se sueltan hasta el último momento; a algunos se les ve tristes, preocupados y casi lloran al despedirse de los padres, y unos pocos se agarran al cuello de la madre llorando y hay que entrar con ellos a la clase para allí separarlos casi a la fuerza. Todas éstas son reacciones normales en los niños entre 3 y 8 años.

Los síntomas de ansiedad son más frecuentes si es la primera vez que el niño va al colegio, si se trata de un colegio nuevo, o al pasar de educación infantil a primaria. Según pasan las semanas de Septiembre y Octubre, hay que esperar que los niños poco a poco se vayan acostumbrando y cada vez menos niños presentarán síntomas de ansiedad al dejarlos en el colegio. Sin embargo, algunos niños seguirán teniendo éste miedo intenso y gran dificultad para quedarse en el colegio. Estos niños pueden tener un problema llamado ansiedad por separación y deberían ser evaluados por su médico. Algunos niños lo pasan mal cada año al principio de colegio, o en los cambios de ciclo, pero lo superan sin mayor problema.

El trastorno de ansiedad por separación tiene una prevalencia de vida de un 4%. Es decir, el 4% de los niños lo sufrirán durante su infancia. Generalmente empieza entre los 7 y 9 años y es una de las principales razones por las que los niños acuden a la consulta de un psiquiatra infantil o psicólogo.

El Departamento de Pediatría cuenta con diversas unidades especializadas, que permiten un mejor diagnóstico y tratamiento del niño, algunas de ellas de carácter multidisciplinar.

Entre ellas destacan las siguientes: Cuidados Intensivos, Neonatología, Respiratorio, Reumatología y Patología músculo-esquelética, Neuropediatría, Oncología Pediátrica, Endocrinopediatría, Gastroenterología, Urgencias Pediátricas y Nutrición.

Además de estas unidades, el Departamento de Pediatría colabora de forma multidisciplinar en las áreas de Cirugía Pediátrica, Dermatología, Cardiología, Oftalmología, alteraciones del aparato locomotor y otras especialidades.

Un equipo de enfermería altamente especializado se encarga del seguimiento del niño durante su desarrollo. Cuentan con una gran experiencia en la atención al niño y en el apoyo a padres en la resolución de sus dudas en el día a día.

El niño muestra un miedo intenso y desproporcionado cuando se separa de sus padres, cree que puede pasarle algo malo a él o a sus padres. Lo manifiesta no queriendo ir al colegio, ni a otros lugares en los que va a estar sin sus padres (excursiones, casa de amigos, etc). El niño también lo pasa muy mal si los padres salen, por eso los padres suelen renunciar a salir ellos solos ante la imposibilidad de dejar al niño con otra persona. Además, tienen ansiedad, rabietas, incluso quejas físicas, como molestias abdominales, vómitos y mareos, que mejoran rápidamente al volver con los padres. A veces éstos síntomas físicos de la ansiedad hacen que los padres lleven al niño al pediatra, pero no se encuentra una causa física al dolor de estómago, vómitos, mareos, etc.

Los síntomas aparecen más frecuentemente por la mañana antes de ir al colegio o los domingos por la noche, y no están presentes en fines de semana o durante vacaciones, puentes, etc. Si el niño no pierde el miedo al colegio y sigue teniendo síntomas, debe ser evaluado para descartar un problema de ansiedad por separación.

El tratamiento es sencillo y eficaz. Consiste en una exposición repetida y gradual al estímulo que crea su ansiedad (ir al colegio). Al principio se puede quedar la madre o el padre un ratito en el colegio, luego éste tiempo se hace gradualmente más corto y sólo se queda para ayudarle a quitarse el abrigo. Al despedirse hay que hacerlo rápido, pues prolongar la despedida no va a hacer que mejore la ansiedad y puede que le preocupe más si nota que nos cuesta trabajo dejarle solo. Se le debe asegurar que todo va a ir bien, y que le estaremos esperando después de clase (es importante hacerlo, y no llegar tarde a recogerle y tenerle esperando).

Como el niño tiene poco concepto del tiempo, se le puede decir que el profesor le va a contar unos cuentos y después de unos juegos vendremos a recogerle. A veces se necesita que los primeros días, el niño vea o llame a la madre en el recreo, pero es importante que el niño sepa que tiene que ir al colegio. Está contraindicado buscarle un profesor particular en casa para evitar la ansiedad, pues eso sólo cronifica el problema.

En algunos casos, si la exposición gradual no es suficiente, es necesario emplear medicación durante unas semanas. El pronóstico es bueno, pero si no se trata supone un riesgo al quedar el problema “enquistado” y los niños pueden presentar en el futuro otros trastornos de ansiedad o incluso depresión.

¿Que es el trastorno obsesivo compulsivo (TOC)?

El trastorno obsesivo compulsivo (TOC) es un trastorno de ansiedad en el que el niño o adolescente presenta generalmente obsesiones y también compulsiones, aunque a veces sólo tiene obsesiones o sólo compulsiones.

Al menos alguna vez, el niño reconoce que las obsesiones o las compulsiones son excesivas o absurdas. No se trata solamente de obsesiones en el contexto de otros trastornos psiquiátricos (como una obsesión por el peso en la anorexia, o por la apariencia corporal en el trastorno dismórfico corporal)

¿Qué es el trastorno de ansiedad generalizada?

En el trastorno de ansiedad generalizada el niño tiene una preocupación constante y desproporcionada y una sensación continua y muy molesta de que algo malo va a suceder. Además, una vez que empieza una preocupación ésta no se puede parar.

Afecta del 2,7 al 4,6% de los niños y adolescentes. Los niños se suelen preocupar demasiado sobre si hacen bien las cosas, son muy inseguros, excesivamente rígidos, preocupados con la puntualidad, etc.

¿Qué es el trastorno por ataques de pánico o de angustia?

A diferencia del trastorno de ansiedad generalizada, en éste trastorno el niño o adolescente tiene ataques recurrentes de crisis de pánico o de angustia.

Estos ataques de pánico se caracterizan por aparición brusca e inesperada de síntomas físicos como taquicardia, sudoración intensa, temblor, respiración rápida, sensación de falta de aire, de ahogo, o de que no puede tragar, sensación de frío o calor y además síntomas psicológicos como temor a morirse, a perder la razón o a perder el control. La aparición de estos síntomas se suele confundir con ataques de asma o episodios de taquicardia de origen cardiacos, pero la exploración física es normal.

El adolescente que tiene estos ataques puede no querer salir de casa para que no le sorprendan en sitios donde no puede pedir ayuda.

¿Qué es el trastorno de estrés post-traumático?

Cuando un niño se expone o es víctima de una situación catastrófica en la que corre peligro su vida como un accidente de tráfico o doméstico (incendio…), un desastre natural (terremoto, inundación, huracán), una muerte violenta en la familia, un atentado terrorista, una guerra, o a una situación crónica como un maltrato físico, violencia doméstica, abusos sexuales, o abuso psicológico, puede responder con síntomas depresivos y con síntomas de ansiedad característicos.

Este tipo de situaciones agudas o crónicas pueden afectar a cualquier familia de forma cercana o a distancia, y afectan también a los niños. Son cada vez más cercanas y variadas y además gracias a la televisión, contamos cada vez con imágenes más gráficas de catástrofes lejanas.

Varios factores pueden afectar la respuesta de un niño ante éste tipo de catástrofe:

  • La forma en que los niños perciben la respuesta de sus padres ante la catástrofe es muy importante. Los padres deben admitir sus preocupaciones a los niños, pero también deben esforzarse en explicar su capacidad de resolver la situación y seguir adelante.
  • La “cantidad” de destrucción y muerte que hayan presenciado, y la cercanía de la catástrofe a su familia es muy importante. Si un amigo o familiar ha muerto o ha sido herido seriamente o si su colegio o su casa han sido afectados es más probable que el niño tenga síntomas.
  • La edad del niño afecta a cómo responderá a la catástrofe. Los niños de 6 años pueden expresar su preocupación o ansiedad rechazando ir al colegio. Los adolescentes pueden negar sus preocupaciones pero discutir más con los padres sobre cosas de la vida diaria o empezar a tener peores notas.

Los niños con éste trastorno a veces creen que el suceso traumático está sucediendo de nuevo (los llamados “flash-backs” o reexperiencias del suceso) y repiten la catástrofe en sus juegos. También tienen pesadillas intensas sobre la catástrofe, sueñan con monstruos o con otras situaciones en las que ellos o sus familias sufren daños y deben ser rescatados. Aunque los síntomas pueden ocurrir poco tiempo después del trauma, a veces afloran varios meses después.

Los padres de niños que hayan sufrido una catástrofe o hayan presenciado algún acto muy violento deben estar alerta ante éstos posibles cambios en el comportamiento del niño: rechazo a volver al colegio o no querer separarse de los padres en casa; miedos persistentes relacionados con la catástrofe; alteraciones del sueño (pesadillas, gritos durante la noche, y orinarse en la cama de forma repetida); pérdida de concentración o irritabilidad; asustarse o sobresaltarse fácilmente o estar inquieto; problemas de conducta en el colegio o en casa que no son típicos del niño; quejas físicas (dolores de estómago, dolores de cabeza, mareos) sin una causa física; aislamiento de la familia y amigos, desinterés, tristeza, disminución de la actividad, y preocupación con el suceso catastrófico. Los profesionales recomiendan que aquellos niños que hayan sufrido una catástrofe sean atendidos para prevenir y reducir en lo posible el riesgo de ansiedad.

Cuando hay una catástrofe en un colegio, o si la misma ha afectado a alguno de los alumnos, se recomienda que los profesores organicen clases donde cada niño hable de lo que vió, lo que oyó y lo que pensó durante la catástrofe, o cómo se enteró de que algo malo había pasado a sus compañeros. También deben hablar de los miedos que tienen sobre lo que va a pasar como consecuencia de la catástrofe. Los niños más mayores pueden escribir sus experiencias en redacciones o trabajos y luego discutirlas con el grupo. Para niños más pequeños, se recomienda que dibujen lo que vieron, y luego lo expliquen. Esta labor debe hacerse en un ambiente lo más cercano a ambiente habitual del niño, y lo menos clínico posible, por ello, la labor de los profesores, tutores y padres es fundamental.