El impacto psicológico que los trastornos del equilibrio tienen en los pacientes es tremendo

El doctor Nicolás Pérez Fernández, director del Departamento de Otorrinolaringología de la Clínica y profesor de la Universidad de Navarra publica el libro "Vértigo y mareo ¿Qué me pasa, qué debo hacer?" (Editorial Everest) sobre el impacto de los trastornos del equilibrio en los pacientes.

Dr. Nicolás Pérez Fernández

31 de agosto de 2012

Si ahora se preguntara a la población española entre 18 y 65 años si ha sufrido recientemente vértigo, en torno a un 20% de ellos respondería afirmativamente. Y diría que lo ha padecido en los tres últimos meses.

Así lo recoge el doctor Nicolás Pérez Fernández, director de Otorrinolaringología de la Clínica Universidad de Navarra y profesor de la Universidad de Navarra, en su libro "Vértigo y mareo. ¿Qué me pasa, qué debo hacer?", con el que llena un vacío editorial en torno a esta dolencia tan común.

Ni siquiera la rotundidad de la estadística convierte a los trastornos del equilibrio en una prioridad de investigación, muchas veces resueltos con la frase mil veces escuchada de "ha sido una bajada de tensión". Desde la Clínica Universidad de Navarra, gracias a un equipo multidisciplinar liderado por el doctor Nicolás Pérez, se trabaja por atajar el problema desde su misma raíz, es decir, lograr un diagnóstico preciso.

Este libro llena un hueco de publicaciones sobre trastornos del equilibrio. ¿Cómo lo plantea y a quién se dirige?

Lo que he intentado con este libro es reflejar lo que a un paciente le puede interesar. Hay dos ámbitos que considero fundamentales cuando veo a un paciente con alteraciones del equilibrio. Uno tiene que ver con la propia enfermedad en sí, que a veces es muy desconocida.

El síntoma es muy molesto y desagradable, pero los diagnósticos que se hacen al final son muy sorprendentes para el paciente. El segundo sería la metodología que tenemos de diagnóstico y tratamiento. Estos son los dos ámbitos en los que he intentado ser más explícito.

Porque a un paciente se le puede decir, "le voy a hacer una radiografía de tórax", y enseguida sabe de qué se trata. Otra cosa es decirle al enfermo, "tengo que hacerle una prueba calórica". Es normal que no sepa por dónde van los tiros pese a que ambas sean muy importantes: la primera, para diagnosticar enfermedades pulmonares, y la otra, para los pacientes con mareo y vértigo. 

Así que el libro tiene un tono divulgativo.

Sí. Ante esta ignorancia, siempre se debe explicar al paciente qué le está pasando y qué pruebas debemos realizarle. Por eso, he tratado de ser lo más didáctico posible, lo más general, para dirigirme a un público que no conoce en detalle la anatomía, la fisiología o la patología.

Hay pacientes que ya lo han podido leer y han visto que se les aclara muchas cosas, y se sienten reflejados. Esto me gusta y me interesa mucho, porque al final pueden ver que lo que tienen no es una ficción.

De hecho, he terminado el libro con un cuestionario de todo lo que uno debería contarle a un especialista cuando tiene un problema de equilibrio.  

Y la prueba de este interés por el paciente está en que es un paciente el que escribe el prólogo del libro.

Sí. Lo cierto es que sólo existe una asociación de pacientes, con la que yo mantengo muy buena relación y que fue muy estrecha desde sus inicios. Así que pensé que ya que el destinatario es el paciente, qué mejor prologuista que un paciente.

Como no podemos violar el secreto profesional, pensé que la persona idónea era Jacqueline de la Sierra Domínguez, presidenta de ATEVERMA (Asociación de afectados de trastornos del equilibrio, vértigos y mareos).

No siempre es una bajada de tensión

El prólogo refleja bien la sensación de angustia y de desconocimiento por una dolencia común, pero poco tratada y que, muchas veces, se resuelve con esa frase que usted recoge en el libro de "ha sido una bajada de tensión" ¿Por qué esta sensación entre los pacientes con trastornos del equilibrio?

En realidad, el problema es que son síntomas. Decir vértigo y mareo es como decir dolor de cabeza. Es un síntoma. No hablamos de anginas o de amigdalitis, sino de síntomas. Y a través de los síntomas llegamos a los diagnósticos.

De modo que la descripción que hace el paciente de los síntomas es muy importante para el diagnóstico final. Y como es el paciente quien lo describe, muy rápidamente se observa la repercusión psicológica o vital de estos problemas. La ansiedad que genera un trastorno del equilibrio es muy importante y a ello he dedicado un capítulo del libro. Este libro lo he escrito en su integridad tras una experiencia de muchos años y tras colaborar con muy buenos profesionales.

He tenido la suerte de poder trabajar con muy buenos otorrinos, neurólogos, psiquiatras, internistas... De todos ellos he aprendido muchísimo. De manera que he querido dar mi visión -supongo que criticable por otros colegas-, pero es mi visión como aglutinador de todos esos especialistas. Y lo cierto es que el impacto psicológico que los trastornos del equilibrio tienen en los pacientes es tremendo.

Usted habla incluso de cambios en el comportamiento.

Es que es inestabilidad. Cuando te planteas un paciente con un problema de vértigo puro y duro, lo sabes echar adelante. Pero cuando te vienen con inestabilidad o mareo y tienes que empezar a averiguar cuáles son las causas o qué lo complica, es cuando te encuentras con esta realidad.

En el libro pongo: una persona con inestabilidad es como si llevase un coche y no supiese si el volante va a la izquierda o a la derecha cuando lo gira. Esto me lo dijo una vez un paciente y creo que es una buena metáfora. Hay muchos ejemplos de la sensación que viven los pacientes, pero este del coche es muy claro. El sistema vestibular es como un sistema de navegación corporal que te aporta las coordenadas para ir a donde quieres.  

Respecto a los mareos, se dice en el libro que si hiciésemos ahora una encuesta, cerca del  20% de las personas entre 18 y 65 años afirmaría haber sufrido uno en los tres últimos meses.

Es algo muy frecuente, pese a que no existen buenos trabajos epidemiológicos que nos proporcionen datos actualizados. Yo lo que he hecho es espigar de muchas cuestiones y ese dato corresponde a un entorno sociocultural como el de España. Esto es así.

Lo que ocurre es que los mareos, por lo general, no van a más y, por tanto, no se les concede mucha importancia. Luego los que vienen reflejados en los estudios son los que tienen más repercusión.

Por eso insisto tanto en que haya unidades de estudio de pacientes con trastornos del equilibrio que puedan aglutinar a todos los que llegan de las distintas especialidades. Cuando los juntas a todos en un área de trabajo multidisciplinar, te encuentras con que son muy numerosos.  

¿Y qué ocurre con ese 13% de personas con trastornos del equilibrio sin diagnóstico?

Siempre hay un porcentaje pequeño de pacientes a cuya enfermedad no puedes ponerle nombre. Entiendes lo que les pasa, sabes que se trata de un problema funcional sin una repercusión vital grande en el largo plazo, pero no puedes ponerle un nombre a lo que le ocurre.

El problema que tenemos es que las estructuras implicadas en el trastorno de los equilibrios no son "biopsiables". Y uno no puede plantearse el abordaje del diagnóstico de un paciente con mareo y vértigo de manera sencilla. A veces hay que indagar mucho y mantener dos o tres consultas con el paciente.

La clave puede estar en un comentario muy simple del paciente. Pero hay muchas cuestiones todavía desconocidas para nosotros.

Creo que, en esta materia, estamos en un aprendizaje diario y debemos estar muy al día, incluso de ámbitos que a veces no corresponden a nuestra especialidad: cuestiones metabólicas, neurológicas, oftalmológicas, fisiológicas... No puramente otológicas. De manera que en estos diagnósticos resulta fundamental rodearse de un buen equipo de especialistas.  

¿El tratamiento del mareo es sintomático hasta que se llega a la raíz del problema?

En efecto. Hay ocasiones en las que le ponemos nombre y sabemos cuál es el tratamiento y el pronóstico o las opciones terapéuticas. Los tratamientos sintomáticos son importantes para las crisis.

El problema es cuando uno se mantiene mucho tiempo en el tratamiento sintomático, porque empiezan los efectos secundarios y queda claro que falla la solución al paciente. Y cuando se trata de un problema vestibular o del oído, está claro que el tratamiento sintomático falla.  

El quid de la historia clínica

¿Cómo es la primera consulta cuando llega un paciente con un trastorno del equilibrio?

La clave es la historia clínica. A continuación hacemos una exploración de reflejos que tienen que ver con el equilibrio. Son dos: uno que mantiene estable nuestro cuerpo y otro que mantiene estable la mirada. Hacemos pruebas de estímulo-respuesta, como mover al paciente en una silla, echarle agua en el oído, aceleraciones bruscas corporales...

Con estas pruebas no sólo observamos la respuesta sino que vemos qué está pasando a un nivel estructural. Al finalizar una primera consulta, contamos ya con información nítida de por dónde van las cosas, aunque quizás no dispongamos todavía de un diagnóstico definitivo.

Lo habitual es trabajar con un neurólogo, que sería el segundo especialista más implicado en trastornos de este tipo. Por último, hacemos una prueba de imagen.  

¿El hecho de que sea una enfermedad no considerada grave, con una mortalidad prácticamente nula, frena la investigación?

No es un terreno en el que se haya invertido dinero y las ayudas que recibimos son escasísimas. En España, tenemos un grupo muy potente, en el que participamos varios especialistas, pero no tenemos dinero.

Desde la Clínica se han hecho multitud de tesis sobre el mareo y también investigaciones clínicas, en las que los pacientes aportan su tiempo y su esfuerzo, pero como digo, las ayudas son escasísimas.

De hecho, muchos de los fondos que tenemos para investigar proceden de los propios pacientes. La patología del equilibrio lamentablemente nunca ha sido prioritaria.

¿Cuál sería la línea de investigación con la que se trabaja ahora desde la Clínica Universidad de Navarra?

El problema es que cada enfermedad tiene una hipótesis. Nosotros nos centramos en la enfermedad de Menière, una dolencia poligénica que influye en los mecanismos de autodefensa del organismo, concretamente en el oído interno.

Allí se produce una especie de suicidio adelantado de las células, que es lo que ocasiona los daños del paciente. Como modelo de enfermedad es muy interesante. 

Título: “Vértigo y mareo, ¿qué me pasa, qué debo hacer?”.
Autor: Dr. Nicolás Pérez Fernández, director de Otorrinolaringología, Clínica Universidad de Navarra.
Editorial: Everest.
Número de páginas: 184.
Precio: 15 euros.
Puntos de venta: Librerías y www.amazon.es